Añisclo es uno de los cañones orográficos que se encuentra en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido en el que nos hemos adentrado un grupo de veintisiete peñalaros, en el puente de Todos los Santos, en una ruta circular de tres días que ha comenzado y terminado en el collado de Plana Canal, a 1740 metros de altitud, a donde hemos llegado por una pista que asciende desde la localidad oscense de Bestué, a 1.228 metros, en un par de furgones y en coches altos de algunos participantes. Las salidas en el puente de noviembre son a priori inciertas meteorológicamente y, en este caso, ha llovido los días precedentes, pese a lo cual no hay bajas dentro de los inscritos, lo cual es indicativo de las ganas de hacer la actividad.
La mañana del viernes amanece mayormente despejada, con un poco de fresquito al inicio, con nubes agarrándose a la parte alta de las Tres Sorores y las Tres Marías del Parque Nacional, que impiden su visión, aunque disfrutamos de sol todo el día. Partimos todos de la plaza de Bestué en los furgones y coches sobre las 7.45h, y confirmamos el mal estado de la pista debido a las abundantes lluvias de este otoño, cruzándonos con vacas deseosas de bajar de la montaña, paradas en los pasos canadienses que lo impiden. Tras la oportuna foto de grupo en el collado de Plana Canal, comenzamos la subida por las suaves lomas herbáceas que ascienden por su lado noreste a Sestrales (2101m), guardián supremo del cañón de Añisclo, sobre el que cae de forma abrupta por su vertiente sur y oeste. El cañón es un tajo profundo que, partiendo en el norte del collado homónimo, en brecha amplia que separa las grandes alturas, vira hacia el este a su paso por Sestrales, que en su parte superior presenta una amplia meseta de roca caliza y praderas. Tras admirar el amplio panorama que se contempla desde arriba y reponernos con el oportuno tentempié, nos desplazamos suavemente hacia el este por la meseta superior para, en un momento, sin miramientos, bajar decididamente hasta el collado de Los Pueyos, desde el que se divisa, allá al fondo, muy lejos, el río Bellós, donde tenemos que bajar en un descenso vertiginoso que se complica por el terreno pedregoso que a cada paso arriesga la caída de piedras y de los participantes por la humedad del piso. Al principio, por estas circunstancias y algún paso arriesgado que obliga a poner una cinta, el descenso se hace lento hasta el punto de apercibirnos de que no llegaríamos de día a Nerín, pero afortunadamente de forma cuidadosa y constante vamos descendiendo a mejor paso y adentrándonos en un bosque mixto de pinos negros y hayas hasta alcanzar el fondo, por donde transcurrimos en plano 2 por un amplio camino transitado que pasa por la ermita de San Úrbez (990 metros) y atraviesa el río por un puente, tras el cual volvemos a subir decididamente hasta alcanzar la parte superior del cañón, y más suavemente después en la senda que continua al pueblo de Sercué, y más al oeste a nuestro destino de la jornada: Nerín (1280 metros). En total, han sido, aproximadamente, 8:30 horas de actividad, 18,2 km y un desnivel de 1060 metros positivos y 1540 metros negativos. El Albergue Añisclo en Nerín es amplio, en buen estado y regentado por una agradable pareja que nos atiende de forma profesional.
El sábado se presenta despejado, limpio y templado. El principio de la jornada nos obliga a transitar por una pista que a veces atrochamos por sendas hasta subir al Cuello Arenas (1900 metros). A partir de ahí, se nos presentan en todo su esplendor los altos picos del Parque Nacional, nevados en la parte superior a bandas, con el contraste de un cielo azulísimo que nos para a cada momento para contemplarlo y hacer fotos. La senda discurre hacia el norte por un páramo alto, herbáceo, que atraviesa una construcción toda en piedra y luego gira al noroeste hasta tropezarnos con la parte alta del cañón de La Pardina, que rodeamos para bajar en dirección este a su hermosa faja, que nos va deteniendo a cada instante por la belleza de las cascadas y cortinas de agua que atravesamos, por el espacio del cañón que cae a plomo a nuestra derecha. Nos cuesta…, nos cuesta seguir avanzando. En el vértice de la confluencia con el cañón de Añisclo nos paramos y, desde ese magnífico balcón, admiramos la profunda hendidura, desde su nacimiento hasta Sestrales. La faja Pardina termina y nos obliga a una empinada subida en dirección oeste hacia la Majada Candón (1810 metros), a partir de la cual el paisaje se vuelve suave en sus formas ascendentes hasta la Sierra Custodia. En la parada para comer, advertimos la amenaza que se cierne en el cielo al sureste, que parece que nos alcanzará y nos mojará antes de llegar al refugio de Góriz, en un cielo que se nubla por momentos, impidiéndonos ver las Tres Sorores, con riesgo de entrada de niebla. Pese a ello, la amenaza no se concreta y nos deja subir lentamente por la alomada cuerda hasta Peña Custodia y un poco más alto a la Punta Custodia (2519 metros), punto más alto del día, desde donde bajamos al Collado superior de Góriz (2343 metros), justo debajo del Morro de Arrablo. A partir de ahí, el descenso a nuestro destino se hace fácil y rápido. El refugio de Góriz nos espera con su reforma finalizada, casi tan larga como la de El Escorial, pero con resultados más modestos. En total, esta jornada ha sido de, aproximadamente, 8:30 horas de actividad, 18 km, y un desnivel de 1500 metros positivos y 585 metros negativos.
Tras la lluvia caída de madrugada, el domingo bien temprano aparece totalmente despejado, sereno, sin viento, lo que permite que algunos aguerridos se levanten todavía de noche a contemplar el cielo estrellado, algo que hay que aprovechar porque carecemos de ello en Madrid. Como tenemos que estar en Plana Canal a las quince horas porque nos esperan los furgones, comenzamos a caminar a las siete y media de vuelta al collado superior de Góriz, desde donde descendemos al principio por un valle cubierto de hierba y pizarras, que progresivamente va estrechándose 3 hasta encajarse en un cañón que desemboca en el de Añisclo, en la Fon Blanca (1680 metros), dejando a nuestra izquierda y espalda los grandes desniveles de Las Sorores, y un arroyo bien crecido que cruzamos y que a cada paso se despeña formando continuas cascadas. En la intersección de ambos cañones se forma un espolón calizo del que mana, allá en lo alto y como por arte de magia, una amplia cascada que se descuelga formando después un torrente rápido que baja precipitado hacia el fondo junto a nuestra senda. Ya en la Fon Blanca contemplamos, al norte, la enorme brecha que separa Las Sorores de Las Marías, permitiendo el paso hacía el Valle de Pineta por el collado de Añisclo. Desde ese lugar continuamos por el fondo del cañón que nos ha traído a este viaje, hasta el paso de Foradiello, no sin antes parar a cada paso enamorados del paisaje que tenemos el privilegio de disfrutar. A partir de ahí, ascendemos a nuestra izquierda por una hermosa y zigzagueante senda que transcurre entre bojes y temblones, y que conduce al Cuello Viceto (2002 metros). Pero no todos siguen hasta allí: en lo alto del cañón, el grupo de disgrega entre los que desean continuar por la pista que transcurre paralela a él, y los esforzados que deciden ascender al collado y desde allí al Tozal del Basón (2132 metros), en una cuerda alomada que finaliza en Plana Canal, no sin antes hacer una parada en lo alto para reponer fuerzas tras una exigente marcha. Sea por un camino u otro, la ruta se completa cerrando el círculo a la hora convenida. En el registro de los que hacemos la subida al Tozal de Basón, el día se completa, aproximadamente, en 7 horas, con 13,2 km y un desnivel positivo de 850 metros, y uno negativo de 1300 metros.
Qué decir de esta salida: tanto por el magnífico recorrido, como por el tiempo que nos ha acompañado, venimos, vengo, enajenado de paisajes, exaltado por la emoción que provocan, gratificado por la estupenda compañía y haberlo compartido en un recuerdo que queda y es de todos.
Juan Manuel García Blazquez
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